25 feb 2009

Al borde



Ariel es uno de los grandes satélites del planeta Urano atrapado por los astronomos desde 1851. También es el espíritu sobrenatural que encuentra la manera de recuperar su libertad en La Tempestad, obra de quien es considerado el centro del canon occidental. Junto con Arisbe (Ariel y Arisbe) le dieron nombre a un libro de Fernando Zalamea que se subtitula: Evolución y evaluación del concepto de América Latina en el siglo XX. Páginas en las que se escarba en las tres raices de lo occidental: eurocentrismo, cientificismo y determinismo en cuanto a la forma de desarrollo cultural y económico. Materiales que a lo mejor sean la capa reflactante de mercurio que mañana haga de espejo que nos ayude a avanzar para no seguir pareciéndonos al caos. Para dejar atrás esa versión chambona y artesanal de una izquierda barata de los años 70, y una derecha miope que no sabe darle forma al rio-sueño de America Latina formado por esas gotas de agua llamadas Rodó, Lezama Lima, Carpentier, José Luis Romero, Octavio Paz, Martinez Estrada, Francisco Romero, Picón Salas y Rafael Gutierrez Girardot, entre otroas. Es de esa América Latina de la que uno quisiera escuchar hablar. No más esa citadera de Bolivar.

Y luego de soportar tannto nombre alrededor de uno sólo, dejo un poema, el último del libro Ariel de una mujer que de lejos se parece a ella.

Al Borde

La mujer a la perfección
Su muerte

El cuerpo sonríe de satisfacción
La ilusión de la necesidad griega

Fluye en el rollo de su toga
Su desnudez

Los pies parecen decir
LLegamos lejos, se acabó.

Cada ovillo de niño muerto, una serpiente blanca.
Una para cada uno.

Cántaro de leche, ahora vacio
Ella los incorpora

Los trae a su cuerpo como pétalos de una
rosa que se cierra cuando en el jardín

Sangra dureza y fragancia
Desde la dulce y profunda garganta de la flor nocturna.

La luna no tiene por qué estar triste
Con esa mirada fija bajo la capucha de su desnudez.

Está acostumbrada a esta clase de cosas
Su negro crujido y su aburrimiento.

Silvia Plath

Foto tomada de http://www.slate.com/id/2110754/ y traducción de Caborca

18 feb 2009

En la esquina con Roberto Burgos




En Lo amador la gente habla para escucharse para llevar el ritmo de la vida evitar el silencio sentir la música de lo que se dice armar el mundo en un dos por tres mientras se piensa se habla y se va consintiendo el oído así en la esquina el amigo oye y oye mientras se habla no importa el asunto De tanto hablar va saliendo algo algo va pasando con lo que uno tiene dentro y depronto sale una idea pero no hay que ponerle tanta tiza el asunto es mas rápido y mas trivial (esa palabra no es mia me la encontré ayer en una buseta, me gustó y luego pregunté su significado) y así uno habla pa que lo entiendan, pa poder escucharse y pa que otro oiga. En Lo amador los nombres de las calles se conocen porque algún conocido vive allí, por eso se reconocen, no es como en Manga que cada calle tiene un nombre pomposo..tirando lengua mi vale, tirando lengua uno se acompaña, no como los cachacos que se le pasan callados pensando 20 veces lo que van a decir, nojoda, eso es mucho aguante.

Bueno, y claro, contento con el premio al último libro de Roberto Burgos