23 sept 2007

Domingo


Las hojas de los árboles se mueven con la pereza del atardecer. El indeciso sol que entre las ramas pasa invita al descanso. En el fondo se escuchó a alguien decir algo al paso por el corredor ámplio de esa casa cartagenera, casi a orillas del mar. Entre el olor a plantas y el murmullo de los insectos se opacó el significado de las palabras. Apenas pude reconocer una voz tranquila que saludaba y al tiempo se despedía. Sin afán. Sin detenerse. No entendí nada, sólo supe que eras tú cuando desperté al final del domingo que no acababa de pasar.
Ilustración de Adriaen Collaert (~1560-1618)

1 comentario:

@slz_ dijo...

herede de los domingos escolares esa tensión por el lunes, la hora de la ducha y el insomnio de una semana de pantalones grises y zapats lustrosos.