Las hojas de los árboles se mueven con la pereza del atardecer. El indeciso sol que entre las ramas pasa invita al descanso. En el fondo se escuchó a alguien decir algo al paso por el corredor ámplio de esa casa cartagenera, casi a orillas del mar. Entre el olor a plantas y el murmullo de los insectos se opacó el significado de las palabras. Apenas pude reconocer una voz tranquila que saludaba y al tiempo se despedía. Sin afán. Sin detenerse. No entendí nada, sólo supe que eras tú cuando desperté al final del domingo que no acababa de pasar.
Ilustración de Adriaen Collaert (~1560-1618)
1 comentario:
herede de los domingos escolares esa tensión por el lunes, la hora de la ducha y el insomnio de una semana de pantalones grises y zapats lustrosos.
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