5 dic 2008

Pintor


En el barrio Manga no eran muchos los extranjeros en los setentas. Así que tener de vecino -casa de enfrente- a una familia española, fue un lujo. La crianza en roce permanente con una cultura del otro lado del charco. Influyó mucho en mí la mirada de la persona exiliada que dejó bellos recuerdos muy lejos. El señor de esa casa me enseñó a jugar ajedrez y a escuchar a Serrat. Creo que eso es suficiente para conservar por él un profundo recuerdo de gratitud. Murió muy joven. Era pintor y se llamaba como todos los españoles: Juan.

2 comentarios:

un tordo dijo...

pasé en una ruidosa chiva por las calles de Manga y algo de vergüenza me dio el ser partícipe de semejante tromba, se me quedaron pintadas en la memoria las fachadas de algunas casas, adentro de ésta Caborca debe estarle subiéndo el volúmen al Charles Mingus de su ipod, fue una de las fantasías del viaje

Fernando Visbal Uricoechea dijo...

La fachada de las casas de Manga han cambiado mucho Tordo. La mayoría no tenían muros en los antejardines, y ahora por el miedo en que se vive por la inseguridad casi todas lo tienen. Ya es imposible sentarse a conversar en los muros de las casas donde yo me senté durante mi paso por las calles que tú recorriste –en chiva y por momentos- con los lentes de este pretencioso blog que me encanta que visites.