17 mar 2009

Un recorrido



En el letrero se leía Manga-Bazurto, el nombre de la aletargada ruta que a 20 K/h recorría el bus, por su destartalada condición. Entraba al barrio, pasaba por el puerto de las embarcaciones de gran calado y volvía al centro de la ciudad desde donde partía. Era el transporte público para llegar y salir de la isla por el puente Román, en buses de palo con ventanas que para cerrarlas se desamarraba una tela gruesa que se dejaba caer si empezaba a llover. Antes de iniciar su recorrido se estacionaba al lado de la bahía de las ánimas donde estaban las embarcaciones menores que arribaban del Chocó luego de una semana de recorrido. Durante la espera, se veían los negros bajar los plátanos, el guineo, las cajas de gaseosas, los cocos, la madera y las frutas exóticas de ese comercio diario entre el Chocó y Cartagena. Las tablas que hacían de escalera de embarque se torcían pero aguantaban el peso con la misma tenacidad de quienes descargaban. Con tonadas irreconocibles se animaban entre ellos. Arrancaba por fin el bus y la canícula se refrescaba, para calentarse de nuevo a los dos minutos, pero esta vez por el ritmo que tenía la Media Luna, el sitio de los bares en el Centro de la ciudad. La flauta de Johny Pacheco y el grito de “acuyeye”, saludaban a todo volumen a los impasibles pasajeros que curioseábamos la fuerza del desahogo por el sofocante trabajo en esa bahía mezclada con la marginalidad del hampa, reconocible desde la ventana de estos buses, hecha forma en la pareja de siempre que se entregaba a la música. A esa que después llamarían salsa, pero que tenía su hogar allí donde ha nacido tanto de lo que después llega a los conservatorios o los museos. Ah!. El descubrimiento del desenfreno Caribe en la música que venía del norte, de Puerto Rico y Nueva York. Los reyes de la conga y el guiro, mi hermano, decía siempre Moncho cuando nos contaba todo lo que allí pasaba, porque esos no eran sitios para los menores de edad. Hoy con algunos amigos nos preguntamos que pasó con la salsa y por qué no evolucionó sino que se plegó a ese esperpento del latinjazz, que no es ni lo uno ni lo otro. Quizá porque perdió el motor de lo popular. La alegría que producía ver a los niños ante el piano imaginado haciendo algún sólo de piano de Richie Ray, ante el transistor que muy pocas veces dejaba oír su sonido bestial. Eran los setenta cuando estalló la salsa y en las embarcaciones llegaba la música sin que a eso le llamaran globalización. Sin Internet. Si no se ha acabado la música antigua y hay amantes del barroco, no creo que se acabe la salsa. Pero ahora respira artificialmente en los lugares de baile de quienes son apenas buenos cultivadores de una época en que la calidad musical de los interpretes era cuestión de supervivencia. El espacio que dejó lo ocupan el regetón y el vallenato, que son apenas variables de la industria musical y no la respiración musical del caribe. Fue en uno de esos buses que escuché por primera vez la cita de Bioy Casares: “Atribuimos los infortunios de este mundo a los grandes malvados porque subestimamos la estupidez”.

3 comentarios:

MER dijo...

Qué buena nota Por las Calles de Manga pero ... no sea tan duro con le Jazz Latino. Que tiene muy muy buenas cosas.

Camila Mardones dijo...

tercera caminante en la lista.

joche dijo...

...En un bus de esos, mientras estacionado esperaba en la bahia de las animas que se montaran algunos pasajeros, encontre el amor de toda mi vida...cuanto le agradezco a caborca(quiza tambien iba en ese bus de palo)que recuerde esa pelicula...
La viveza y el realismo magico de los cartageneros le permitio a caborca convertir el bus de manga bazurto en uno de manga popa con la unica intencion de escribir sobre salsa...que belleza!!!!